Suena el despertador y comienza tu día. Antes de hacerte terrenal y poner un pie fuera de la cama, tu mente se dispara repasando la lista de tareas de la jornada.
Tus pensamientos se llenan de “tengo ques”: «tengo que revisar la presentación una vez más antes de la reunión, tengo que agendar las tutorías con los profesores, tengo que recordarle a Nico que meta la raqueta en la mochila, tengo que tomar café con el equipo que lo veo un poco tristón, tengo que comprar el regalo de Luis para su fiesta, que dije que me encargaba yo, tengo que llamar a mi madre que hace ya 3 días que no la llamo, tengo que ir al gimnasio que he engordado 3 kilos, tengo que hacer yoga, pilates y empezar a meditar porque dicen que será bueno para llevar mejor el estrés…»
¿Te suena?
Un día hablando con una gran maestra de mindfulness nos comentaba que meditar es sentarse, respirar y dejar la mente en blanco. ¿Cómo que dejar la mente en blanco?, preguntamos. Exactamente eso. ¿Difícil verdad? Un gran reto en nuestros días.
Y es que la sociedad en la que vivimos nos ha “acostumbrado” a rellenar todos y cada uno de los espacios de tiempo que tenemos para hacer, hacer y hacer porque, el no hacer, no está bien visto y desafortunadamente lo interpretamos como tiempo perdido. A esto hay que sumarle que parece que la productividad que se nos exige en el trabajo la hemos trasladado también a nuestra vida personal. El tiempo libre y de ocio también “tiene que ser productivo”.
Dejarse a un@ mism@ para el final
Todos sabemos que deberíamos reservar hueco en nuestra agenda para cuidarnos más y para realizar esas tareas que recargan nuestras baterías y nos permiten continuar el día con buen humor y actitud positiva.
Sin embargo, la mayoría de las veces no lo hacemos porque nos ponemos al final de la lista de tareas o directamente nos eliminamos de ella, porque “no quiero ser egoísta”, “no quiero decepcionar” “si no, me siento culpable”, etc.
Seguramente cuando viajas en avión prestas atención al protocolo de seguridad que amablemente explican los miembros de la tripulación. Cuando llega el momento de hablar sobre las máscaras de oxígeno en caso de emergencia por despresurización ¿qué instrucciones nos dan? Exacto. Que te pongas la máscara de oxígeno primero y respires con normalidad ANTES de ayudar a los demás. Si no lo haces, te desmayarás en 30 segundos y no podrás ayudar a nadie.
Si te pasas el día apagando fuegos de otros, ¿quién apaga el tuyo propio? Cuando te des cuenta ya te habrás carbonizado. Para ofrecer tu mejor versión a los demás en todas las facetas de tu vida, primero has de estar bien tú.
Cambiando de hábitos
Si decides introducir alguna nueva actividad en tu vida para mejorarla, asegúrate antes de limpiar la casa primero. ¿Qué significa esto? Pues que para que algo nuevo quepa en tu armario, primero has de hacerle sitio y, para ello, debes revisar las prendas que tienes y decidir cuáles regalas, desechas y cuáles te quedas.
Si todo lo que haces te parece imprescindible y añades más actividades porque te han dicho que te sentarán bien, muy probablemente ocurrirá el efecto contrario: por muy saludables que parezcan, te sobrecargarás aún más y, cuando llegue el momento de la nueva actividad, tu nivel de estrés y ansiedad por intentar llegar a todo estará por las nubes. ¿Crees que lo podrás disfrutar?
“La mente no tiene límites, pero el cansancio sí” – Syd Barrett (Pink Floyd)
“Estoy agotada, no me da la vida”
¿Te identificas con esta frase? Este es un estado en el que cada vez más personas viven de manera habitual, especialmente mujeres. En Inglaterra el NHS (Servicio Nacional de Salud) ya usa el término Tatt – Tired all the time, (cansadas todo el tiempo) y algunos médicos cuantifican el cansancio femenino en niveles epidémicos.
Hay cansancios que reflejan problemas subyacentes en los que alcanzamos un estado de ánimo que apaga nuestra vitalidad y nos puede llevar a caer en la enfermedad física y mental.
Y es que hay algo inherente a la mujer que es cargarse con todo, lo suyo, lo de los demás y también lo que en realidad nadie espera pero interpreta que es absolutamente necesario, y además, queriendo hacer todo perfecto… ¡Qué agotamiento!
A veces no puedo con todo y está bien así
¿Cómo te ha sonado esta frase al leerla? Si has sentido alivio vas por el buen camino y si por el contrario has sentido rechazo, no te preocupes, no es fácil cambiar un estereotipo o creencia limitante que lleva muchos años instalada en tu mente.
Es hora de parar y reflexionar y de tomar las riendas de tu vida.
Cómo detectar tus propias creencias limitantes
Dice Richard Bach: “Justifica tus limitaciones y, ciertamente, las tendrás”
Ha llegado el momento de ponerse a trabajar y romper estas cadenas que de forma inconsciente te limitan.
¿Sabías que la persona con la que más hablas a lo largo de un día eres tú y que además lo haces unas 50.000 veces al día? Y lo más impactante es que, en un 80% de las veces, lo que te dices a ti mism@ tiene una connotación negativa, incluso la conversación interior se torna agresiva…
Hoy no estoy para nadie: yo también me hago falta
Lograr recuperar el control de tu vida es aprender a priorizar y a decir que no. Si has acostumbrado a tu familia a comer juntos todos los domingos y uno no vas, es probable que no les guste y que además tú te sientas culpable por no ir. Si siempre eres la persona que se encarga del regalo en los cumpleaños, será difícil decir no y que otra persona se haga responsable, porque dan por hecho que es tu rol. Es más, tú mism@ les has educado a que lo vean así.
Hace poco escuché a Lama Richen (un monje budista y sabio de nuestro tiempo) decir que, cuando su familia lejana lo invitó a comer después de muchos años sin verse y él les explicó que era vegano, comenzaron a emitir múltiples juicios sobre él y su forma de alimentarse. Entonces, ¿sabes lo que hizo?, muy amablemente les agradeció la invitación, pero decidió no ir. Así de simple y tan feliz porque había sido coherente consigo mismo y la coherencia entre lo que pensamos, sentimos y hacemos es una gran fuente de paz interior.
Aprender a decir que no sin sentir culpa es uno de los grandes aspectos a trabajar para no cargarse con todo.
Algunas otras claves que pueden ayudarte a retomar el control de tu vida son:
- Siempre que digo sí a algo, estoy diciendo no a otra cosa. Antes de cargarte con cosas de los demás, pregúntate: ¿a qué estoy diciendo no por decir sí a esto? ¿cuánto me acerca a mis objetivos (por ejemplo, de cuidado de mí mism@), ¿qué coste tiene para mí?
- Delega y pide ayuda: al equipo, a tu pareja. Ya sabemos que tú tardas menos y lo haces mejor, pero ¿en qué convierto a la gente que me rodea cuando entro a hacerlo todo yo? ¿qué impacto tiene sobre mí?
- Resetea: dedícate espacios a lo largo del día para parar y tomar consciencia. 3-5 minutos son suficientes para darme cuenta de cómo estoy, respirar, y resetear. No hay nada peor que la inercia para seguir cargándome con todo…
- Reserva tiempo para ti: dale la importancia que tiene, agéndalo en tu calendario como una reunión o un proyecto más, inamovible. Da igual la naturaleza de la actividad, es mi elección, mi mascarilla de oxígeno, es importante para mí
- Date un respiro… Tu intención es hacerlo lo mejor posible en todo momento, pero ¿a costa de qué? Puedes comenzar tu día recordando estas sencillas frases:
“Lo estoy haciendo lo mejor que puedo en este momento dados los recursos de los que dispongo y el estado en el que me encuentro”.
“Voy a dar lo mejor de mí, pero sin descuidar mi propia persona”
Punto de partida: tener claras las prioridades
Benjamin Franklin decía que “si en el día a día no tenemos un plan de supervivencia estamos condenados a navegar eternamente a la deriva”.
El cambio de hábitos se inicia cuando el orden de prioridades es claro, para poder tomar decisiones y volver al plan si en algún momento te desvías. Recuerda el clásico ejercicio del tarro de cristal: primero coloca las piedras grandes dentro del tarro, para que después haya sitio para los guijarros, la arena y el agua. Si lo haces al revés y pones primero el agua, en cuanto introduzcas las piedras, todo incluido tú se desbordará.
Habrá días en que nuestras prioridades se vean desplazadas por imprevistos y no pasa nada. Tan solo hay que aceptarlo y conscientemente, volver al plan inicial en cuanto sea posible. Pero también habrá días en que la prioridad serás exclusivamente tú, y también hay que aceptarlo y estar bien, sin culpa.
Apagar el móvil, salir a caminar o a correr por la naturaleza, meditar, quedar con amig@s, practicar cualquier actividad o simplemente sentarse y nada más pueden convertirse en prioridades tan importantes, o más, que las de los demás que, hasta ahora, ponías por delante de las tuyas.
Una vez más, tomar las riendas de tu vida es la base del liderazgo. No puedo liderar a otros sin liderarme a mí mism@.
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